“En el principio”

 

(de su libro Pido la paz y la palabra, 1955)*

 

En el principio
fue la sombra.
La tierra apenas era
un pecho oscuro.

Y vino el hombre.
Y el hombre dijo:
¡Luz!

Y nació la palabra.

 

Este poema es uno de los más breves y potentes de Otero. Reinterpreta el Génesis, dando un giro humanista: es el hombre, no Dios, quien crea la luz a través de la palabra. Todo un manifiesto poético y político.

 

“Si he perdido la vida…”

 

(también de Pido la paz y la palabra)*

 

Si he perdido la vida, el tiempo,
todo lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

 

Un poema esencial de su legado. Cuatro versos bastan para mostrar una existencia desgarrada que, pese a todo, rescata lo único invencible: la palabra. Este verso se ha convertido en emblema de la poesía comprometida española.




Blas de Otero: El Grito Humano de la Poesía Española

Un poeta del pueblo, para el pueblo

En medio del ruido sordo del franquismo, cuando las palabras eran vigiladas y la libertad tenía precio, surgió una voz que no se dejó quebrar. Una voz que no hablaba por sí sola, sino que canalizaba el dolor, la fe y la lucha de todo un pueblo. Esa voz era la de Blas de Otero, poeta bilbaíno que transformó la palabra en resistencia, en refugio y en arma.

Blas de Otero no escribió desde la comodidad de los salones literarios. Su lugar era el de la calle, el de la conciencia social, el de los que no tienen voz. Su obra no se puede leer sin escuchar en cada verso el latido de la historia, el temblor de los hombres y mujeres sencillos que soñaban con una vida digna. Es, en suma, un poeta de la humanidad.




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Del abismo íntimo al clamor colectivo

 

La trayectoria de Otero está marcada por una evolución coherente pero radical. Sus primeros versos, profundamente influenciados por la tragedia de la guerra y por una religiosidad dolorosa, están atravesados por la angustia existencial. En libros como Cántico espiritual (1942) o Ángel fieramente humano (1950), el poeta se debate entre el pecado y la redención, entre el miedo a la muerte y el deseo de trascendencia.

 

Pero este tono introspectivo se transforma, lentamente, en una mirada hacia afuera. Otero comprendió que el sufrimiento personal no era más que el eco de un sufrimiento colectivo. De la lucha con Dios pasó a la lucha por los hombres. Abandonó la poesía introspectiva para abrazar una poesía social, combativa y profundamente humana.

 

“He sido un hombre que ama, que lucha, que canta”

 

En Pido la paz y la palabra (1955), Blas de Otero lanza un manifiesto de intenciones. Su poesía ya no se dirige a un Dios ausente, sino al lector presente. Ya no busca el consuelo de lo eterno, sino el cambio aquí y ahora. Se convierte en cronista de las injusticias, en portavoz de los marginados, en faro para quienes siguen creyendo en la utopía.

 

“Si he perdido la vida, el tiempo,
todo lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.”

 

Ese verso, tal vez el más famoso de su obra, resume su compromiso ético y estético. Cuando todo se pierde —la fe, la juventud, incluso la esperanza— queda la palabra. Y con ella, la posibilidad de seguir luchando.

 

La España herida que lo hizo poeta

 

La infancia de Blas de Otero fue testigo de la bonanza económica de su familia… y de su posterior caída. La Guerra Civil lo marcó de forma definitiva: vivió en primera persona la violencia, el exilio interior, la desesperanza. Estos elementos no lo convirtieron en un poeta desesperado, sino en un poeta consciente.

 

Durante los años más duros del franquismo, sus versos no se rindieron. Aunque sufrió la censura, publicó dentro y fuera del país. Se convirtió en símbolo del realismo social junto a otros grandes como Gabriel Celaya o José Hierro. Poetas que no escribían para entretener, sino para despertar.

 

Poeta del mundo, ciudadano sin fronteras

 

A partir de los años 60, Blas de Otero emprende diversos viajes por el mundo socialista: la Unión Soviética, Cuba, China… aunque simpatizó con los ideales comunistas, nunca renunció a su independencia crítica. Fue testigo del contraste entre la propaganda y la realidad. Pero más allá de ideologías, su verdadero partido era la dignidad humana.

 

En estos viajes descubrió otros rostros del dolor y otras formas de resistencia. Su poesía se volvió más internacionalista, más amplia, sin perder su raíz española. Publicó obras como Historias fingidas y verdaderas (1970), donde alterna realidad y ficción, siempre con un ojo puesto en la justicia y otro en la belleza.

 

El legado de una palabra que no se apaga

 

Blas de Otero falleció en Madrid en 1979, el mismo año en que España celebraba sus primeras elecciones democráticas tras la dictadura. Su voz, que tanto había denunciado, tanto había soñado, no llegó a ver plenamente la transición, pero su obra quedó como testamento moral y poético.

 

Hoy, sus versos son leídos en las escuelas, en las calles, en los escenarios. Su fundación, con sede en Bilbao, trabaja activamente por difundir su legado. Y muchos jóvenes lo redescubren como un referente: un poeta que no se vendió, que no se exilió del dolor, que no se resignó.

 

Blas de Otero: un poeta que todavía incomoda

 

En tiempos de posverdad, individualismo y desencanto, los versos de Blas de Otero nos sacuden. Porque su poesía no se arrodilla, no adorna la injusticia, no calla ante la barbarie. Es una poesía que incomoda, que exige, que interpela. Pero también es una poesía que abraza, que consuela, que recuerda que hay belleza en el combate.

 

Una última palabra

 

Leer a Blas de Otero no es solo un acto estético. Es un acto ético. Es, quizá, una forma de compromiso con la verdad. En sus versos no solo encontramos al poeta: encontramos al hombre que se atreve a decir lo que muchos callan, al ciudadano que sigue creyendo en la posibilidad de un mundo más justo.

 

Porque si algo nos queda, como él dijo, es la palabra.




 Publicaciones de Blas de Otero

 

 Cántico espiritual (1942)

  • Obra de tono religioso y existencial, influida por San Juan de la Cruz y el existencialismo cristiano. Primeros pasos del poeta en la poesía introspectiva.

 Redoble de conciencia (1950)

  • Poco difundido en su época. Refleja el tránsito del yo angustiado hacia una conciencia más crítica y colectiva.

Ángel fieramente humano (1950)

  • Una de sus obras más conocidas. El poeta se muestra desgarrado, con una fuerte presencia de Dios y del conflicto interior. Comienza a perfilarse la tensión entre el yo y el mundo.

 Ancia (1958)

  • Fusión de Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. Esta edición recibió el Premio de la Crítica. Refleja la angustia existencial y la transición hacia una poesía más comprometida.

Pido la paz y la palabra (1955)

  • Primer gran libro de su etapa de poesía social. Es su grito contra la injusticia y su compromiso con la realidad española de la posguerra. Uno de los títulos más emblemáticos de la literatura social.

En castellano (1960)

  • Continuación del tono social. Refuerza su visión política y su apuesta por una poesía clara, directa, al servicio del pueblo.

Que trata de España (1964)

  • Aquí, Blas de Otero traza un retrato desgarrado del país. España es tema y herida, símbolo y dolor. Crítica feroz y amor profundo al mismo tiempo.

Historias fingidas y verdaderas (1970)

  • Obra más experimental, donde mezcla prosa y poesía, lo personal y lo político. Su escritura se vuelve más libre y diversa.

Expresión y reunión (1969, varias reediciones)

  • Antología personal que reúne sus obras más importantes. Fue muy difundida y reeditada, especialmente en América Latina.

Hojas de Madrid con La Galerna (publicado póstumamente en 2010)

  • Libro inédito encontrado tras su muerte. Escrito entre 1968 y 1977, es una suerte de diario poético íntimo, cargado de emoción, humor, amor y crítica social. Supuso un redescubrimiento de su voz más humana.

Otros textos y colaboraciones

 

  • Blas de Otero también escribió artículos, colaboró con revistas como Cántico, Insula y Cuadernos de Ágora, y dejó una amplia correspondencia con poetas e intelectuales.
  • Fue miembro del grupo “Poesía para el pueblo” y participó en recitales con Gabriel Celaya y otros poetas del realismo social.
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