
Dos Poemas Cortos (Originales de Julia de Burgos)
Yo misma fui mi ruta
“Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuera:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes…
y mi presencia fue un acto de total rebeldía.”
A Julia de Burgos (fragmento)
“Tú eres fría muñeca de mentira social,
y yo, viril destello de la humana verdad.
Tú, miel de cortesana hipocresías;
yo no, que en todos mis poemas desnudo el corazón.”
Julia de Burgos: La Llama Eterna de la Poesía Caribeña
Una Voz Que No Se Calló: La Fuerza de la Mujer y la Palabra
Julia de Burgos no solo escribió versos: escribió vida, escribió lucha, escribió futuro. Nacida el 17 de febrero de 1914 en Carolina, Puerto Rico, en el seno de una familia humilde de trece hijos, desde joven sintió el pulso de la injusticia social y el peso de las expectativas impuestas a las mujeres. Su sensibilidad se alimentó tanto del dolor como de la belleza.
En una época en la que ser mujer y escritora era casi un acto de rebeldía, Julia fue pura insurrección lírica. Su poesía no se contenta con cantar: denuncia, abraza, se rompe y renace. Fue una de las primeras mujeres en Latinoamérica que usó la poesía como manifiesto feminista, aunque ese término aún no estuviera en boca de todos.
Su voz sigue resonando con fuerza en cada mujer que se niega a ser silenciada, en cada artista que no encaja en moldes, en cada ser humano que lucha por ser libre.
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Entre el Yo y el Yo: El Desgarro de la Identidad
Uno de los poemas más célebres y potentes de su obra es “A Julia de Burgos”. En él, la autora se enfrenta a sí misma, dividiendo su existencia entre la mujer pública y la mujer íntima, entre la máscara que la sociedad le exige y la verdad que arde dentro de ella.
“Tú en ti misma no mandas, a ti todos te mandan,
tu marido, tus padres, tus parientes, el cura…”
La Julia exterior —obediente, dócil, decorosa— se opone a la Julia interior —pasional, libre, incendiaria—. Este poema, publicado en 1938, sigue siendo un manifiesto feroz de autoafirmación femenina, citado en aulas, protestas, conferencias y redes sociales.
Ese “yo” desgarrado simboliza a toda mujer atravesada por la tensión entre lo que desea ser y lo que el mundo le exige. Es un espejo brutal y honesto que nos sigue interpelando más de ochenta años después.
Raíz de Isla, Voz Universal
Aunque su poesía nace desde las entrañas del Caribe, Julia de Burgos supo dar voz a inquietudes universales. En “Río Grande de Loíza”, convierte el paisaje boricua en símbolo de identidad, deseo, sufrimiento y resistencia:
“¡Río Grande de Loíza!… Mi alma se abre a tus caudales
y deja que mis sueños se bañen en tus aguas.”
El río es su infancia, su raza, sus ancestros esclavizados, su sensualidad y su nostalgia. Con versos cargados de imágenes sensoriales, convierte la geografía en carne viva. La naturaleza, en la poesía de Julia, no es fondo decorativo: es una presencia espiritual, una compañera de ruta.
Ese talento para elevar lo local a lo universal la conecta con grandes voces del siglo XX como Neruda o Vallejo, pero su tono —desgarrado, confesional, visceral— es inconfundible. No hay ornamento en su poesía: hay fuego, hay cicatriz, hay pulso.
Poesía como Desobediencia: La Militante Invisible
Julia fue, además de poeta, activista política y luchadora por la independencia de Puerto Rico. Militó en el Partido Nacionalista y sus ideas radicales la alejaron de círculos intelectuales convencionales. No escribía desde una torre de marfil, sino desde la calle, desde la vida, desde la conciencia colectiva.
Muchos de sus poemas —como “Ay, ay de la grifa negra” o “Pentacromía”— abordan el tema racial con valentía. Hija de una isla marcada por la colonización y el mestizaje, Julia celebró sus raíces afrocaribeñas y denunció las jerarquías raciales con una pasión que se adelantó décadas a los movimientos actuales.
En su obra también encontramos una denuncia sistemática al colonialismo y a la pobreza. Julia no solo hablaba de ella: hablaba por su pueblo. Su poesía fue trinchera, faro, bandera.
Exilio, Dolor y Soledad: El Precio de la Libertad
En los años 40, Julia emigró a Nueva York, como tantos puertorriqueños forzados por la precariedad. Allí trabajó como periodista, como profesora, como obrera. Vivió el racismo, el desarraigo y la soledad del exilio. Su salud mental se deterioró y su alcoholismo fue creciendo en la misma medida en que el reconocimiento le era negado.
Murió sola, en 1953, a los 39 años, en una calle de Harlem. Fue enterrada como una desconocida hasta que su identidad fue descubierta y sus restos repatriados a Puerto Rico, donde fue recibida como una heroína nacional.
Hoy, su figura es símbolo de dignidad poética y humana. Su nombre lleva escuelas, calles, centros culturales y hasta premios literarios. Cada año, nuevas generaciones descubren en ella una voz que todavía arde, que todavía duele, que todavía abraza.
El Legado Incandescente de Julia
Julia de Burgos escribió tres libros de poesía en vida: Poema en veinte surcos (1938), Canción de la verdad sencilla(1939) y el póstumo El mar y tú (1954). A pesar de lo escaso de su producción, su impacto es descomunal. Cada poema suyo parece contener un universo en miniatura: política, amor, erotismo, feminismo, justicia, rebeldía.
“Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuera:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.”
Estos versos, extraídos de Poema en veinte surcos, resumen su lucha: no ser lo que el mundo espera, sino lo que una es. Esa es la gran lección de Julia de Burgos: la poesía como resistencia, la poesía como verdad.
Julia Somos Todas: La Poesía Como Acto de Resistencia
Más que una poeta, Julia de Burgos fue una revolución escrita. No solo dejó versos: dejó camino. En un siglo XXI donde la lucha por la igualdad, la justicia y la identidad sigue viva, su obra cobra nueva fuerza.
Cada mujer que decide ser ella misma, cada joven que cuestiona su lugar en el mundo, cada artista que se niega a obedecer, lleva un poco de Julia en la voz. No fue solo una escritora: fue una antorcha.
Hoy más que nunca, vale la pena leerla, recitarla, cantarla, enseñarla. Porque como ella escribió:
“La que se alzó en mí se queda en mí,
y la otra… se va sin mí.”
Lista de sus Publicaciones
- Poema en veinte surcos (1938)
- Canción de la verdad sencilla (1939)
- El mar y tú (1954, póstumo)