
Dos poemas cortos de Mario Benedetti
1. Táctica y estrategia (fragmento)
Mi táctica es mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.
2. No te rindas (fragmento breve)
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda
y se calle el viento.
Mario Benedetti: El hombre que escribió para que el alma no se oxide
Por qué Benedetti no morirá nunca, aunque el polvo cubra sus libros
Mario Benedetti no fue un poeta: fue una grieta. Una fractura en la rutina. Un susurro que atravesó la burocracia de la vida moderna para recordarnos, con palabras que a veces parecían postales, que el amor, la tristeza y la esperanza no necesitan adornos. Solo verdad. Pura, sencilla, y a veces brutal.
Cuando hablamos de Benedetti, no hablamos de un autor más en la estantería de las letras latinoamericanas. Hablamos de un conjuro. Un puente entre generaciones. Un escritor que logró lo imposible: que un adolescente herido leyera el mismo poema que una abuela viuda y ambos sintieran que se lo habían escrito a ellos.
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El oficinista de la ternura
Benedetti nunca fue un rockstar de las letras. No lo verás con gafas oscuras posando para una portada glamorosa. Lo suyo eran los trenes de segunda clase, las tazas de café tibio, los diarios arrugados. Era el tipo de escritor que parecía un compañero de oficina, el que te pasa un papelito doblado con un poema improvisado sobre cómo te brillan los ojos cuando hablas del viernes.
Y sin embargo, escondía un secreto: dominaba el arte más difícil. Hacer que lo cotidiano doliera o curara. Que la palabra “madrugada” se convirtiera en sinónimo de nostalgia. Que “usted” sonara más íntimo que un “te amo”.
En su libro La tregua, disfrazado de diario íntimo, inventó al personaje más universal de la melancolía urbana: Martín Santomé. Un viudo gris, empleado predecible, que se enamora cuando ya había colgado el cartel de “cerrado por dentro”. ¿Y qué hizo Benedetti? Le dio una tregua. Porque así es la vida: a veces, en medio del naufragio, alguien te lanza una flor.
El exiliado que nunca se fue del todo
Benedetti no fue ajeno a los dolores de su país. Vivió el exilio como una herida abierta que supo convertir en tinta. Primero Argentina, luego Perú, Cuba, España… Cada país fue un rincón donde escribió con más rabia y más ternura, como si supiera que el amor sin justicia social es una flor en una cárcel.
El exilio no lo volvió cínico. Lo volvió más humano.
En su poesía política hay fuego, sí, pero también hay abrazo. Porque para Benedetti, resistir no era solo denunciar, sino también escribir poemas de amor. Porque el amor, decía, también es una forma de resistencia.
Su célebre poema Por qué cantamos no es solo una canción: es un grito envuelto en caricia. “Cantamos porque el grito no es suficiente y no basta el llanto ni la bronca”. ¿Quién más puede conjugar tan bien la ternura con el coraje?
Benedetti y los enamorados que subrayan libros
¿Quién no ha regalado un poema de Benedetti? ¿Quién no ha sentido que “no te rindas” era exactamente lo que necesitaba oír después de un día donde todo salió mal?
Mario Benedetti fue el autor más subrayado de Latinoamérica. No por académicos, sino por enamorados. Por oficinistas con el corazón roto. Por adolescentes que descubrieron la poesía como una segunda piel.
No lo estudian tanto en las universidades, pero lo citan millones en redes sociales. No ganó el Nobel, pero está en miles de cartas de amor guardadas en cajones. Fue el poeta que hizo llorar a gente que jamás leyó poesía.
El escritor que no le tuvo miedo al “usted”
Una de sus audacias fue el “usted”. Lo usó para enamorar, para consolar, para jugar. En tiempos donde todo era “tú”, él mantuvo la distancia justa para que el deseo tuviera misterio. “Usted no sabe cómo yo valoro su sencillo coraje de quererme”. ¿Quién se atreve a escribir algo así hoy, sin caer en la cursilería?
Benedetti devolvió elegancia al lenguaje. Le quitó solemnidad a la poesía sin quitarle profundidad. Porque él sabía que lo sencillo no es sinónimo de simpleza. Que una palabra precisa puede ser más demoledora que una metáfora rimbombante.
Una voz que aún nos persigue
Hoy, a más de una década de su muerte, Mario Benedetti sigue más vivo que nunca. Sus versos se filtran por grietas digitales, aparecen en canciones, se cuelan en paredes grafiteadas, en agendas escolares, en tatuajes.
Hay quienes lo llaman “el poeta de los enamorados”. Otros lo ven como “el cronista de la tristeza digna”. Pero tal vez Benedetti fue, simplemente, un aliado. Un cómplice del alma. Un hombre que entendió que la vida no necesita grandes gestos, sino pequeñas verdades.
Nos enseñó que una tregua puede salvar una vida. Que una carta puede reconstruir un corazón. Que un poema no cambia el mundo, pero cambia a alguien que sí puede hacerlo.
El legado invisible
Mario Benedetti no necesita bustos de bronce. Su estatua está en la voz de quienes leen en voz baja, en los que escriben “te quiero” en la contraportada de un libro. Su tumba está en Montevideo, pero su legado duerme en cada persona que, gracias a sus palabras, decidió seguir adelante.
Benedetti no quería ser famoso. Quería ser útil. Y lo logró. Fue útil al amor, a la justicia, a la ternura. Por eso no morirá nunca.
Porque mientras haya alguien que diga “buenas noches, amor” con un poema escondido en la mano, Mario Benedetti seguirá respirando entre nosotros.
Lista de principales publicaciones de Mario Benedetti
Novelas:
- La tregua (1960)
- Gracias por el fuego (1965)
- Primavera con una esquina rota (1982)
- Andamios (1996)
Cuentos:
- Montevideanos (1959)
- La muerte y otras sorpresas (1968)
- Con y sin nostalgia (1977)
Poesía:
- Poemas de la oficina (1956)
- Inventario (1963 y 1991)
- El amor, las mujeres y la vida (1995)
- La vida ese paréntesis (1998)
- Biografía para encontrarme (2001)
Ensayo y otros:
- El país de la cola de paja (1960)
- El desexilio y otras conjeturas (2006)