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BRAZIL. Salvador de Bahia. 1984.

BRAZIL. Salvador de Bahia. 1984.

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BRAZIL. Rio de Janeiro. Santa Rosa Boxing Club. 1993. Gym exercises at the "Academia Santa Rosa Boxing Club".

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Miguel Río Branco: el ojo inquieto del dolor y la belleza

El fotógrafo que nunca quiso ser solo fotógrafo

 

Miguel Río Branco (n. 1946, Las Palmas de Gran Canaria) es mucho más que un fotógrafo. Su vida, marcada por constantes desplazamientos por Brasil, Estados Unidos, Suiza y España debido a la carrera diplomática de su padre, lo convirtió en un creador inquieto y multifacético. Pintor de formación en la Escola Superior de Desenho Industrial de Río de Janeiro, cineasta en su juventud, documentalista, director de fotografía y artista plástico: todos estos lenguajes confluyen en una obra visual que desborda los límites de la fotografía tradicional.

 

Él mismo suele insistir en que su obra no busca “documentar” sino interpretar, y en esa interpretación se mezcla el dolor humano, la marginalidad, la violencia urbana, la sensualidad y, sobre todo, una intensa búsqueda de belleza en lo desgarrado.




La mirada hacia los márgenes

 

Desde finales de los años 70, Río Branco se convirtió en un testigo incómodo de los rincones olvidados de Brasil. En Salvador de Bahía retrató burdeles, prostíbulos, peleas de gallos y vidas marcadas por la dureza social. Sus imágenes, bañadas en una luz opaca y colores saturados, transmiten un realismo visceral que no pretende agradar sino confrontar.

No se trataba de hacer denuncia social en el sentido clásico. Su aproximación estaba más cerca de la poesía visual: encuadres fragmentados, sombras densas y una atmósfera pictórica que transformaba la sordidez en un escenario cargado de simbolismo.

 

El color como herida abierta

Uno de los rasgos más reconocibles de Miguel Río Branco es su uso del color. El rojo intenso, casi sangriento, aparece recurrentemente en sus composiciones, como si fuera una herida perpetua en la piel de la realidad. Junto a él, azules oscuros, verdes marchitos y amarillos quebrados crean un universo cromático que potencia la carga emocional de sus escenas.

Para él, el color nunca es accesorio: es protagonista, es materia plástica. En sus fotografías, la saturación y la sombra conviven con la misma fuerza, generando un contraste que atrapa al espectador y lo obliga a mirar más allá del simple registro documental.

 

Cine, pintura y fotografía: lenguajes entrecruzados

 

Antes de consagrarse en la fotografía, Río Branco exploró el cine experimental y la pintura. Esa formación se percibe claramente en su obra. Sus imágenes tienen composición pictórica, juego de luces cinematográfico y montaje narrativo casi fílmico.

No sorprende que gran parte de sus exposiciones adopten la forma de instalaciones inmersivas, donde el espectador no contempla una foto aislada, sino que entra en un universo visual y sonoro que dialoga entre disciplinas. Su obra no se limita a la pared: es experiencia.

 

Magnum Photos: un latinoamericano en la élite

 

En 1980, Miguel Río Branco ingresó en la prestigiosa agencia Magnum Photos, primero como fotógrafo asociado y luego como miembro. Fue uno de los pocos latinoamericanos en ser parte de esta institución, lo que consolidó su proyección internacional. Sin embargo, siempre mantuvo cierta distancia con el fotoperiodismo clásico que caracteriza a Magnum.

 

Su lugar dentro de la agencia estuvo marcado por un estilo único: más expresivo que informativo, más emocional que narrativo, más cercano a la pintura que al reportaje.

 

La violencia y la ternura en un mismo encuadre

Una de las características que más impacta en la obra de Río Branco es la conjunción de contrarios. Sus fotografías pueden mostrar el cuerpo desgarrado de un boxeador, la piel tatuada de una prostituta o el rostro endurecido de un marginado, pero siempre hay un resquicio de ternura, un destello de belleza inesperada en medio del dolor.

 

Ese equilibrio entre lo brutal y lo poético lo distingue de otros fotógrafos que retratan la marginalidad. No hay explotación ni voyeurismo: hay empatía, aunque sea áspera.

 

Libros y exposiciones: la memoria encuadernada

 

Gran parte de su obra está reunida en fotolibros que se han convertido en piezas de culto. Entre ellos destacan:

 

  • Dulce Sudor Amargo (1985), donde explora la vida en Salvador de Bahía.
  • Silent Book (1997), un fotolibro esencial para entender su poética del silencio y la oscuridad.
  • Entre os Olhos, o Deserto (2018), una retrospectiva que reúne más de cuatro décadas de trabajo.

 

En el campo expositivo, ha mostrado su obra en instituciones como el MoMA de Nueva York, el Centre Pompidou de París, el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y la Fundación Mapfre en Madrid, entre otros.

 

La poética de lo humano

 

Hablar de Miguel Río Branco es hablar de un artista que convirtió la fotografía en un puente entre lo visible y lo invisible. Su obra nos recuerda que la marginalidad no está lejos, que el dolor y la belleza no son opuestos, sino dos caras de una misma experiencia vital.

 

Su fotografía no pretende redimir ni condenar: simplemente nos enfrenta a lo que somos. En sus imágenes, la fragilidad humana se vuelve materia artística y la violencia cotidiana adquiere un resplandor casi espiritual.

 

Un ojo que hiere para curar

 

Miguel Río Branco no es un fotógrafo fácil. Sus imágenes incomodan, hieren, sacuden.

Pero también revelan, emocionan y dejan una huella profunda. En un tiempo en el que la fotografía corre el riesgo de ser consumida superficialmente en pantallas efímeras, su obra se impone como un recordatorio de que la fotografía puede ser arte mayor, capaz de transformar la percepción y abrir caminos de reflexión sobre la vida, la muerte, el deseo y la memoria.



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