
Poema 15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Pablo Neruda: El Verso Que Se Hizo Hombre
Un nombre que huele a mar, tinta y revolución
Pablo Neruda no fue solo un poeta: fue una nación entera de palabras. Nacido como Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto en Parral, Chile, en 1904, eligió el seudónimo “Pablo Neruda” como quien escoge un abrigo para el alma. Desde joven supo que el lenguaje podía ser fuego o flor, bandera o caricia. En él habitaban todas las estaciones del verbo.
Chile lo parió y él parió al mundo versos que aún laten en la garganta de quienes aman, sufren, luchan y recuerdan. El mar, el sur, el amor, la pobreza, el exilio: todo le fue tinta.
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Cantares de un corazón indócil
Neruda no le cantó al amor como los otros. No idealizó, no endulzó: desnudó. En su “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” nos entregó una poesía carnal, honda, joven y contradictoria. Amaba con hambre, con sed, con sal.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”,
y de pronto el silencio no fue vacío, sino lenguaje.
El amor para él no era una flor que se contempla: era una tormenta que se atraviesa con los labios abiertos.
El poeta de las cosas pequeñas
Pocos poetas han hecho del objeto cotidiano un altar de lo sublime como Neruda. En sus “Odas elementales”, un tomate, una cebolla, una tabla, un gato… se convertían en motivo de asombro universal. Él veía lo invisible en lo común. Su poesía celebraba lo que todos pisan y nadie mira.
Porque todo —decía Neruda— puede ser poesía si lo miras con los ojos del asombro.
Y esa es, quizás, su lección más silenciosa: que el mundo es un poema esperando que alguien lo escuche.
Poesía como arma cargada de futuro
No fue un poeta de torre de marfil. Fue cónsul, militante, exiliado. Su pluma abrazó causas, denunció tiranías, clamó justicia. Su voz fue altavoz de los pueblos latinoamericanos. En “Canto General” tejió un lienzo épico donde la historia de América se volvía canto.
Por eso su poesía incomodó a dictadores y conmovió a pueblos. Por eso fue perseguido y a la vez abrazado como un símbolo de libertad. Su obra no solo se leía: se coreaba en las plazas.
La muerte no lo calló
Neruda murió en 1973, días después del golpe militar en Chile. Aún hoy se sospecha que su muerte fue acelerada por el miedo de los poderosos a su voz. Pero su tumba en Isla Negra mira al océano, y cada ola que golpea esa costa parece decir lo mismo:
“Aquí está el que escribió con la sangre del pueblo, el que convirtió la tristeza en esperanza.”
Un poeta que habita nuestros días
Leer a Neruda hoy es volver a aprender a mirar, a amar, a nombrar. Es dejarse arrastrar por un lenguaje que aún tiene savia. Es entender que la poesía puede tener sal en la boca y barro en los pies.
Él mismo escribió:
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.”
Y esa primavera aún florece en cada lector que se atreve a abrir un libro suyo. Porque Pablo Neruda no está en los libros: está en nosotros.
Publicaciones de Pablo Neruda
- Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)
- Residencia en la Tierra (1933–1935)
- España en el corazón (1937)
- Canto General (1950)
- Las uvas y el viento (1954)
- Odas elementales (1954)
- Estravagario (1958)
- Cien sonetos de amor (1959)
- Memorial de Isla Negra (1964)
- Confieso que he vivido (póstumo, 1974)